Después de los padres ausentes, ¡ha llegado el momento de los papás “gallina”! La figura paterna no ha dejado de evolucionar, con grandes cambios en el concepto de autoridad y una tendencia hacia una postura más maternal.
“Durante mucho tiempo, el cuidado de los niños, incluida su educación, estaba reservado a la madre”, destaca la psicoterapeuta Michèle Gaubert. Los padres se sentían orgullosos de sus hijos, principalmente porque garantizaban la continuidad de su linaje… Referencias que hoy en día están cambiando profundamente.
El nuevo papá de los años 70
En realidad, este cambio se ha ido efectuando de manera progresiva. “Se remontaría a los años 50, cuando nacía la coparentalidad en el plano jurídico, mediante una ley sobre el reparto de la autoridad padre/madre que sería votada en los 70”, apunta nuestra experta.
Anteriormente, los padres se centraban sobre todo en su trabajo, de ahí el poco tiempo que pasaban junto a sus hijos. Estos se criaban entre la madre, la abuela, las tías… Digamos que en esto, el padre solía brillar por su ausencia. “Los años 70 marcan un verdadero auge de esta transformación, Françoise Dolto transformó la mentalidad de la gente y colocó al padre en el centro del dispositivo familiar”, continúa Michèle Gaubert. La paternidad se ve, de alguna manera, obligada a evolucionar y a salir de un marco establecido, en el que dominan los conceptos de autoridad y ausencia. Se perfila un nuevo modelo… ¡los padres se reinventan!
Los papás “gallina”, nueva figura paterna
Los padres se han visto empujados a abandonar su función obsoleta de padre autoritario y ausente para acercarse a sus hijos de una manera más maternal. Baños, comidas, consuelo, protección… “Los nuevos padres han desarrollado una nueva proximidad y ya no pueden distanciarse como antes”, destaca Michèle Gaubert.
Un cambio notable, recogido por los publicistas, que no se han equivocado al respecto: los padres aparecen en nuestras pantallas desde el desayuno hasta la cena, son capaces de emocionarse y de mostrarse cercanos.
Los beneficios demostrados de un padre más presente
“Este nuevo lugar que ocupa el padre es importante para el niño”, afirma nuestra experta. Este tendrá así otro interlocutor además de su madre, lo que facilita su separación con esta para entrar en el mundo real. La presencia de una figura paterna favorece esta etapa: el padre ofrece al niño tranquilidad en esta transición y le permite familiarizarse mejor con el mundo que le rodea. “¡El niño necesita este segundo participante para desarrollarse!”, sostiene Michèle Gaubert. Cuando el padre interviene, existe, se interesa por el niño, ya sea ayudándole con los deberes, llevándole al fútbol o haciéndole de comer, los beneficios para los pequeños son interminables.
Ellos mismos lo cuentan. “Me gusta mucho jugar al fútbol con papá y que me lea historias por la noche”, dice Javi, de 8 años. Los niños encuentran en esta nueva complicidad un apoyo estructurante de su identidad. Para las niñas, los beneficios también son muchos. “El hecho de que su padre se interese por ellas va a favorecer que más tarde otro hombre también pueda hacerlo”, añade la psicoterapeuta. Tanto para unos como para otras, esta nueva actitud paterna refuerza la autoestima.
Papa “gallina” y autoridad
“Una actitud cercana no debería significar no hacerse respetar”, lamenta Michèle Gaubert. ¡Y ese es precisamente el quid de la cuestión! Uno de los principales riesgos que suscita esta reciente evolución es la pérdida de autoridad, la falta de rigor y de prohibiciones. “Detrás de esa actitud permisiva que pueden demostrar algunos padres “gallina”, se esconde el miedo de perder el amor de su hijo”, explica nuestra experta.
Prohibirle algo y hacérselo respetar significa correr el riesgo de enfrentarse a actitudes y palabras hirientes por parte del niño. Los “¡Ya no te quiero!”, “Eres malo”, “¡El papá de Martín sí que es guay, no como tú!”, son difíciles de aceptar por estos nuevos padres. “Ahora bien, este tipo de reacciones son normales en los niños. Viven mal las prohibiciones y reglas por naturaleza. Y van a buscar jugar con los límites de su poder infantil”, explica nuestra experta.
Actualmente asistimos a una predominancia de la función amor padre/hijo en detrimento de la educación. Un fenómeno que, sin duda, tiene que ver con las dificultades a las que se enfrentan las parejas de hoy en día y a las carencias afectivas que esta suscita. Esta búsqueda de “amor refugio” parece haberse desplazado de la pareja hacia los hijos, que se han convertido en una valor “seguro”, dando lugar a comportamientos permisivos para preservar los beneficios. Ahora bien, una padre que no le prohíbe nada a su hijo va a motivar que este busque sus límites en otra parte, empezando por el colegio.
“Sin embargo, más vale un papá “gallina” que un padre ausente”, matiza Michèle Gaubert. Hoy en día, se debe seguir trabajando en estos nuevos modelos, empezando por compartir la autoridad con la madre. Cada uno debe poder tomar decisiones contrarias al niño para marcarle unas pautas sin caer en el autoritarismo. Una actitud que se debe mantener para su bienestar.