BRASILIA/SAO PAULO.- La presidenta Dilma Rousseff, amenazada por un posible juicio político y una investigación por corrupción, nombró el miércoles a su carismático predecesor Luiz Inácio Lula da Silva como jefe de gabinete, una decisión que también ofrece alguna protección al ex mandatario brasileño acusado por lavado de dinero.
Opositores al Gobierno advirtieron de que Lula, quien ha abogado por un mayor gasto público para terminar con la peor recesión en Brasil en décadas, puede llevar a que Rousseff renuncie a medidas de austeridad.
Los críticos calificaron la jugada como un intento desesperado de evitar el juicio político a Rousseff y un arresto de Lula.
El Gobierno ha sido sacudido por acusaciones de sobornos y enormes protestas el domingo, durante las cuales manifestantes pidieron la renuncia de Rousseff.
El presidente del banco central brasileño, Alexandre Tombini, podría dejar el puesto si el retorno de Lula produce un cambio de política económica grande, dijo un miembro del equipo económico el miércoles, hablando bajo condición de anonimato.
Rousseff dijo que Lula tiene un pasado defendiendo la estabilidad fiscal y combatiendo la inflación, y negó que Tombini o su ministro de Hacienda, Nelson Barbosa, vayan a dejar sus puestos. “Están más involucrados que nunca”, dijo a periodistas.
La presidenta, que busca defender su Gobierno en medio de una cascada de acusaciones de corrupción, puede apoyarse en el carisma de Lula y sus estrechos vínculos con legisladores para evitar un juicio político que podría terminar en su destitución.
Como ministro, Lula sólo puede ser juzgado por el Supremo Tribunal de Justicia, lo que temporalmente lo deja fuera del alcance de investigaciones estatales y federales en curso.