La noticia, hace tres meses, estremeció el mundo del deporte. Maria Sharapova, una de las tenistas más emblemáticas de esta época, durante mucho tiempo número uno del ranking mundial, campeona de los cuatro Grand Slams, admitió haber dado positivo en un control anti-doping.
Rápidamente, la sustancia que puso en jaque su carrera deportiva, llamada meldonium, fue también relacionada a deportistas de otras disciplinas, principalmente en Rusia. Fue tal el remezón, que la asociación de ese país se ha tenido que despedir de muchos de sus abanderados para los próximos Juegos Olímpicos, además de enfrentar un duro panorama en la opinión pública.
En marzo, cuando se conoció la imagen de Sharapova al borde del llanto explicando su situación ante una rueda de prensa, se especuló con que su carrera deportiva estaba condenada. Y no solo su tenis, sino también su gigantesco emporio publicitario, en el que sus ganancias eras seis veces mayores a lo que conseguía jugando. La marca Nike, con la que la rusa tenía una envidiable relación comercial, dio un paso al costado. Le siguió la relojera suiza Tag-Huer. A su vez, fue notificada de tener que devolver los casi 300.000 dólares que ganó por llegar a las semifinales de Australia en esta temporada.
Pasaron tres meses y este martes, la consigna de su final toma más fuerza, pues la rusa acaba de ser sancionada con dos años de suspensión por su positivo en el control anti-doping.