La personalidad grandilocuente y la explosiva retórica que rodea a Donald Trump hacen difícil imaginar cómo serían los Estados Unidos bajo su gobierno. Es fácil perderse entre sus insultos y sus declaraciones polémicas, pero detrás se esconden propuestas planteadas desde el inicio de su campaña, que permiten ver cómo sería el país si el candidato republicano llega al Poder: un estado políticamente nacionalista pero económicamente ultraliberal.
El slogan de Donald Trump es tan populista como directo: Make America great again (Hagamos a EE.UU. grandioso de nuevo). Su mensaje apela al orgullo nacionalista más básico, popular entre las zonas rurales de los estados del centro y el sur del país, lo que El País de España llama ‘la América blanca’, donde está el grueso de sus seguidores. El empresario promueve la noción de que los Estados Unidos, alguna vez el país más ‘grandioso’ del mundo, hoy está siendo destronado por China, con la complicidad de México.
Las propuestas. Donald Trump tiene plataformas concretas y las planteó en el pirmer debate presidencial: bajar los impuestos, tumbarse la política de salud pública de Obama (‘Obamacare’), deportar inmigrantes ilegales, reducir el gasto público, reforzar las fronteras y proteger a los capitales y trabajadores locales. Los Estados Unidos de Donald Trump serían un país cerrado al mundo, sin mayor preocupación por “defender la democracia” en Medio Oriente o Latinoamérica. La prioridad sería siempre Estados Unidos. Precisamente, hacer a Estados Unidos grandioso de nuevo.
“No sé cómo será [finalmente] su política de inmigración, pero si el resultado de sus políticas fuera que la gente viese los Estados Unidos como un lugar menos deseable para emigrar, sobre todo los trabajadores altamente cualificados, o menos acogedor, sería malo para la economía estadounidense (…) sería horrible”, afirmó James Pethokoukis, del American Enterprise Institute, en una entrevista con El Español.
En lo económico el plan es que con menos impuestos y regulaciones en el camino, los millonarios y las grandes empresas inviertan en EE.UU. y creen trabajos para los propios norteamericanos, que ya comptirían con la mano de obra migrante. Es el credo neoliberal de Ronald Reagan (1980-88) y sus trickle down economics (lo que Alejandro Toledo llamó ‘chorreo’ en el Perú), pero adaptadas al siglo XXI con cierto matiz xenofóbico. Como apunta la web norteamericana Heavy, Hillary Clinton lo llama ‘trumped up trickle down economics’. Se trata de un principio economíco polémico que para la fundación United Fair Economy, simplemente no funciona.
El candidato blanco. Según la visión de Trump, las grandes empresas y los capitales huyen hacia otros países que ofrecen menos regulaciones, mano de obra más barata y recaudan menos impuestos. “Tengo un amigo millonario que prefiere construir fábricas en China, es increíble”, ha dicho en varias ocasiones, sin revelar a quién se refiere, recuerda un amplio artículo Ranked.
La huida de estos capitales y el influjo de inmigrantes ilegales, que trabajan y más barato, han empujado al desempleo a los norteamericanos más humildes y rurales, a los de la clase obrera. No importan las cifras y los múltiples informes que indican que los migrantes no roban trabajos ni sueldos, los multimillonarios sí, como el del analista politico BIll Moyess. La idea ya está instalada en sus electores.
Según un amplio reportaje de El País de España, las críticas y los debates desfavorables no han dañado a los votantes más fieles de Trump, alineados con ciertos valores conservadores, que lo ven como un representante del Estados Unidos blanco, que confían en un empresario que ha dedicado su vida a hacer fortuna.
En esa misma dirección apunta el analista político David Bier, en artículo publicado la revisat Forbes, el flujo migratorio es vital en el crecimiento económico de todo país, sobre todo en los Estados Unidos y que las políticas de Trump en la materia, terminarían perjudicando al país.
¿Meta realista? La idea de esta ‘Trumpamerica’ resulta parece chocar con la realidad. Según un informe de CNN, desde que George W. Bush y los republicanos dejaron el gobierno en el 2008, la economía estadounidense ha crecido de forma sostenida bajo las políticas de Barack Obama, que si bien no han sido perfectas, han sido efectivas.
Por otro lado está el tema de las verdaderas intenciones. Barack Obama lo planteó así: ¿Le importa a Donald Trump, un multimillonario que inició su primera empresa con un préstamo multimillonario de su multimillonario padre, el destino de los trabajadores más humilde de su país?
Durante el primer debate presidencial, el candidato republicano admitió que en el pasado no le ha pagado a sus algunos de sus trabajadores más humildes porque “seguramente no hicieron un buen trabajo”. La campaña de Clinton, también vinculada a empresarios multimillonarios para ser justos, ha acusado al magnate de querer llegar al poder solo para beneficiarse a sí mismo y a sus amigos con reducciones de impuestos.