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¿Por qué tener hambre nos pone de mal humor?

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Simon Oxenham, columnista de New Scientist y por lo que veo aficionado a los juegos de palabras, habla en su último post de las implicaciones de estar “hangry” (palabra inventada mezcla de hungry = hambriento y angry = enfadado). La cercanía fonética entre ambas palabras hace inmediato el divertimento idiomático en la lengua de Shakespeare, en español sin embargo es más complicado, aunque tal vez glotón y gruñón nos permitan hablar del “gloñón”.

Y es que a todos nos ha pasado alguna vez el estar famélico e irritable al mismo tiempo. Y de hecho la ciencia tiene evidencias de que el fenómeno “gloñón” es real, y que puede afectar al trabajo y las relaciones personales de quien lo padece.

¿Por qué sucede? Bien, la principal razón por la que uno se siente más irritable cuando está hambriento es por la bajada de los niveles de glucosa en sangre, lo cual dificulta que podamos concentrarnos y facilita que deseemos morder a quien más cerca tengamos.

Los bajos niveles de azúcar en sangre provocan también la liberación de hormonas relacionadas con el estrés como el cortisol y la adrenalina, así como un compuesto químico llamado neuropéptido Y, del que se sabe que puede hacer que las personas se comporten de un modo más agresivo con quienes les rodean.

En conjunto, todo esto puede tener un efecto alarmante sobre cómo te sientes acerca de otras personas, incluso a las que amas. Un estudio clásico realizado con parejas casadas les pedía que pincharan agujas en “muñecos vudú” que representaban a sus seres queridos, para reflejar el grado de enojo que sentían hacia ellos. Los voluntarios competían luego contra su cónyuge en un juego, en el que el ganador podía enviar ruidos explosivos a volumen muy alto a través de los auriculares del perdedor.

A lo largo del experimento, los investigadores controlaban los niveles de glucemia de los participantes. Lo que descubrieron fue que cuando los voluntarios tenían bajos niveles de azúcar en sangre, más comunes eran las explosiones de ruido desagradable que enviaban a su cónyuge y mayor el número de agujas que le clavaban al muñeco vudú.

Pero a pesar de que tener hambre puede realmente cambiar nuestro comportamiento, los efectos de estar “gloñón” a veces se han exagerado. Un estudio que llamó la atención hace unos años descubrió que los jueces suelen establecer sentencias más indulgentessi han comido recientemente.

Sin embargo, los resultados de este estudio no han podido replicarse, y un análisis más reciente realizado por Andreas Glöckner de la Universidad de Hagen, en Alemania, sugiere una explicación alternativa. Las penas más duras son, en efecto, más probables hacia el final de la mañana porque los jueces programan los casos más simples para ese período. Los casos más complicados, pueden conllevar el riesgo de alargarse arruinando la hora del almuerzo, por lo que son programados para las primeras horas de la jornada. Según Glöckne: “las simulaciones muestran que los efectos causales directos que tiene comer sobre el número de resoluciones favorables se sobreestima en al menos un 23 por ciento”.

No sabremos con certeza qué provoca el “efecto juez desagradable” hasta que se realicen más investigaciones. Pero una cosa está clara, ciertamente no es recomendable tomar decisiones importantes con el estómago vacío.


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