Sólo cuando la juez de línea exclamó ‘out’ Garbiñe Muguruza esgrimió una sonrisa de oreja a oreja. La española se había metido en las semifinales de Wimbledon, motivo suficiente como para sentirse satisfecha con todo el trabajo que viene realizando bajo las órdenes de Conchita Martínez.
La montaña rusa de sensaciones que convive con Muguruza desde que es profesional invita siempre a la mesura. Poco importa que haga un extraordinario encuentro el día anterior para que en su siguiente choque haga un ‘Curro Romero’. Es imprevisible. Tenis tiene de sobra, pero otra cosa distinta es el estado de ánimo. Muguruza lo pasó mal ante Kerber en el partido de octavos y de allí debería salir reforzada. Ganar a la número uno del mundo siempre supone una dosis extra motivacional.
Eso pensaron muchos. Y no se equivocaron. Garbiñe ganó a Kuznetsova en dos mangas (6-3 y 6-4) para meterse entre las cuatro mejores del torneo, no sin pasar más de un apuro. El retraso por la lluvia y el molesto viento se convirtieron en elementos de distracción, que afectaron por igual a ambas jugadores. El partido fue igualado, pero Muguruza estuvo más sólida en los puntos claves ante una rival que se la vio desesperada en muchas fases del juego.