Mientras arrecian la tensión y los desencuentros entre la administración de Donald Trump y amplios segmentos de la sociedad, algunas voces sugieren que otra lucha, de alcances relevantes y aún no claramente valorados, tiene lugar al interior de la Casa Blanca.
Y se trataría de pugnas no solo por el control del aparato de gobierno o por el oído del presidente, sino por la visión misma que el nuevo gobierno busca insuflar en las fibras de la nación y la república.
Trump ha emitido una serie de órdenes ejecutivas que alteran, con diversos alcances, varios esquemas clave emprendidos por la administración pasada y que hacen eco de varias de sus promesas de campaña. Por ejemplo, comenzar a revertir la ley de salud Obamacare y varias regulaciones del sector financiero, ampliar los criterios de deportación de indocumentados y penalizar a las llamadas ‘ciudades santuario’, avanzar en su proyecto de muro fronterizo o prohibir temporalmente la entrada de refugiados e inmigrantes de siete países de mayoría musulmana.
Todas ellas han sido aplaudidas por los seguidores de Trump y rechazadas con vehemencia por sus opositores y amplios grupos sociales, al grado que la última medida incluso se encuentra ya impugnada y frenada en tribunales por su presunta inconstitucionalidad.
Pero detrás de la rispidez y la vertiginosidad de esas y otras acciones de la nueva administración (incluso del atropellamiento y el tono autoritario implícito en algunas de ellas) podría haber una suerte de pugna por el control del timón presidencial. La magnitud de tal jaloneo, y en contrapartida su existencia misma, están a debate, pero hay algunos indicadores que dejan traslucir datos, signos, a través de las rendijas de la Casa Blanca.
Por ejemplo, en The New Yorker se afirma de entrada que existe una lucha entre el jefe de gabinete de Trump, Reince Preibus, y el estratega y cercano consejero presidencial Steve Bannon.
Se afirma que la orden ejecutiva sobre refugiados e inmigrantes, que ha causado revuelo y caos y está frenada en tribunales fue elaborada bajo la conducción de Bannon y que la nominación de Neil Gorsuch como la opción de Trump para la vacante en la Corte Suprema, aunque no exenta de críticas, se hizo de modo ordenado bajo la mirada de Preibus. Pero, más allá de las formas (hay quien dice que, en realidad, la orden ejecutiva antes mencionada fue planteada justamente para sacudir estructuras), en esta alegada pugna reverberan luchas anteriores entre la llamada derecha alternativa y el establishment republicano, fuerzas que la victoria de Trump puso en una suerte de matrimonio forzado.
Y habría otros actores en esa arena. De acuerdo a Politico, Ivanka Trump y su esposo Jared Kushner habrían frenado una orden ejecutiva que planteaba revertir garantías laborales y protecciones para la comunidad LGBTQ establecidas por la administración de Barack Obama. En cambio, la Casa Blanca emitió un comunicado revalidando esos derechos.
Si esto es solo una lucha de poder e influencia a escala individual o si tiene también detrás una batalla por la alineación ideológica del gobierno está por verse, pero hay indicadores singulares en ambos sentidos. Y en contrapartida otros dirán que todo presidente tiene en torno a sí, tras bambalinas, opiniones variadas y personalidades en competencia y que esa diversidad tiene sus beneficios.
Pero todo tiene como telón de fondo, como se comentó en Fox News, las afirmaciones de que Trump no estaba plenamente al tanto de la influencia que le estaba concediendo a Bannon cuando lo nombró como integrante principal del Consejo de Seguridad Nacional.
E incluso las, al parecer, filtraciones provenientes del interior mismo de la Casa Blanca en temas tan variados como si Trump amenazó o le hizo una broma pesada al presidente de México con la idea de enviar soldados estadounidenses a México o si por las tardes se retira en bata de baño para mirar la televisión refuerzan la suposición de que en el círculo cercano al presidente habría, al menos, punzantes desavenencias.
Trump, por su parte, ha dicho en Twitter que él tiene el control de sus decisiones y acusó a algunos ‘falsos medios’ de mentir.
Sea como sea, algunos ven el asunto con un tono jocoso (aunque no por ello le restan importancia). Vanity Fair, por ejemplo, se pregunta qué figura del reparto de la nueva administración y su entorno cercano va ganando, a los ojos de Trump, la competencia de una especie de ‘Celebrity Apprentice versión de la Casa Blanca’.
El detalle es que en esta ocasión está en juego el futuro de la nación.